18 agosto 2005

Palabras menos


Seguí hablándome toda la vida,
que nunca voy a escucharte.


Explicame la teoría de la relatividad o quién engañó a tu vecina
que no te voy a entender.

Podés estar aceptándome o hasta insultándome,
nada de eso me importa.

Tal vez digas groserías, o dulces poemas,
da igual.

Leés un folleto de publicidad o la Rayuela de Cortázar en voz alta,
no me afecta para nada.

Cantás cual sirena o como el Asuranceturix de Astérix,
mis oidos no lo notan.

Con una risa de hiena o de dulce princesa
pues nada modifica.

Seguí hablándome toda la vida que
nunca voy a escucharte.


Prefiero estar atontado como estoy ahora,
observando tus labios.

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